25/09/2024
La educación se encuentra en una encrucijada crucial: ¿cómo será el aprendizaje en un futuro cercano, cuando la inteligencia artificial generativa se convierta en una herramienta común y aceptada? Esta pregunta resuena en las instituciones educativas de todo el mundo mientras se avanza en la integración de tecnologías que prometen transformar desde la enseñanza en el aula hasta la gestión administrativa.
En un artículo reciente de Times Higher Education, Ray
Schroeder detalla cómo la inteligancia artificial generativa (IAG) está
redefiniendo las prácticas educativas y administrativas en las universidades.
Herramientas como ChatGPT, Gemini y Llama se han convertido en recursos
valiosos para la investigación y la producción académica, ofreciendo
funcionalidades que van desde la concepción de proyectos y la generación de
gráficos, hasta la búsqueda de fuentes y la elaboración de hipótesis. Estas
aplicaciones, que combinan algoritmos avanzados con enormes volúmenes de datos,
permiten a estudiantes y docentes explorar nuevas conexiones en la literatura
académica, identificar brechas en la investigación y formular preguntas
innovadoras que antes pasaban desapercibidas.
La influencia de la IAG va más allá de la investigación.
Está cambiando incluso la forma en que las universidades optimizan su presencia
en la web. Durante años, Google fue el rey indiscutible de las búsquedas en
internet, con sitios ajustando su diseño para maximizar su visibilidad mediante
técnicas de SEO (optimización para motores de búsqueda). Ahora, con la llegada
de motores impulsados por IAG como Perplexity, iAsk y CleeAI, que priorizan
enlaces informativos sobre aquellos destinados a la venta de productos, las
universidades están adaptando sus estrategias digitales. Esto incluye la
adopción de nuevas prácticas conocidas como "optimización para motores
generativos", que buscan posicionar mejor sus sitios en las búsquedas
realizadas a través de estas herramientas de IA.
La adopción de tecnologías que promueven la
gramática también son ejemplos de cómo la IAG ya está impactando el día a día
en los campus. Grammarly, potenciada por inteligencia artificial, es utilizada
globalmente por estudiantes y docentes para mejorar la calidad de sus escritos,
optimizando la gramática, la claridad y la coherencia de los textos. Más de 250
universidades han implementado versiones premium de esta herramian para su
comunidad académica, lo cual subraya el valor que estas herramientas aportan en
la educación superior.
Más allá de los aspectos académicos, la IAG está
comenzando a desempeñar un rol crucial en áreas administrativas como la
admisión y el reclutamiento de estudiantes. Brennan Bernard de Forbes observa
que las oficinas de admisión llevan años utilizando esta clase de inteligencia
artificial para mejorar la precisión y eficiencia en la toma de decisiones.
Esto plantea una inquietud sobre el balance entre la intervención humana y la
inteligencia artificial en estos procesos, y cómo esta tecnología está moldeando
el futuro de la gestión universitaria.
Un área particularmente prometedora es el uso de
herramientas predictivas que ayudan a identificar a los estudiantes en riesgo
de abandonar sus estudios o que podrían enfrentar dificultades académicas.
Estas aplicaciones analizan datos históricos para ofrecer alertas tempranas y
guiar las decisiones de asesoramiento académico, ayudando a los docentes a
anticiparse a los problemas antes de que se reflejen en las calificaciones.
Schroeder concluye señalando que la IAG no solo está
facilitando tareas cotidianas, sino que también genera sinergias y proporciona
nuevas perspectivas que potencian la calidad educativa en todos los niveles. La
pregunta que plantea a las instituciones no es si adoptarán estas tecnologías,
sino cómo se prepararán para liderar su implementación de manera efectiva y
estratégica. Las universidades deben asumir un rol proactivo en la
identificación y prueba de nuevas herramientas, asegurando que las decisiones
se basen en conocimientos sólidos y experiencias previas para servir mejor a su
misión y mantener su competitividad en un entorno académico cada vez más
digitalizado.
La clave, entonces, no radica solo en la tecnología,
sino en cómo cada institución puede integrar estos avances de manera coherente
y alineada con sus objetivos educativos. ¿Están las universidades listas para
este desafío? La respuesta a esta pregunta definirá el rumbo de la educación en
los próximos años.
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