05/08/2025
La hiperconectividad tiene un costo para la salud: la evidencia muestra que el exceso de pantallas contribuye a la ansiedad, al insomnio y a una productividad menguante. Por eso surgen las detox digitales, periodos voluntarios de desconexión en los que se dejan los dispositivos de lado, se busca el contacto con la naturaleza y se reconstruyen hábitos más equilibrados. Este nuevo estilo de higiene digital ayuda a bajar los niveles de cortisol, mejora el sueño y refuerza el bienestar emocional.
Conectar con amigos, trabajar, informarse, entretenerse... todo pasa por una pantalla. Pero ese acceso permanente también tiene su cara oscura. Pasar horas desplazándose entre notificaciones y redes sociales puede aumentar el estrés, la ansiedad e incluso conducir al agotamiento. No se trata solo de sensación: estudios señalan que el bombardeo de estímulos reduce la calidad del sueño, perjudica la productividad y empeora la salud mental. Además, investigaciones en población infantil revelan que el exceso de pantallas deja los cerebros de los más pequeños en un estado de excitación que recorta horas de sueño y favorece problemas de atención y cambios de humor. En otras palabras, vivir pegados al móvil nos pasa factura a todas las edades.
La desconexión digital, o detox digital, es un periodo en el que se reduce voluntariamente el uso de dispositivos electrónicos para descansar de las notificaciones y reeducar nuestra relación con la tecnología. Algunas personas optan por retirarse a entornos rurales durante varios días y entregar sus teléfonos; otras simplemente establecen horas libres de pantallas en casa. El objetivo es el mismo: resetear la mente y el cuerpo, reconectar con el presente y con quienes nos rodean.
Tanto es así que han surgido retiros especializados en esta práctica. En estos programas se anima a los participantes a apagar teléfonos, tablets y laptops, practicar mindfulness y disfrutar de actividades al aire libre. El simple acto de desconectarse de las notificaciones y dedicar tiempo a la naturaleza permite recalibrar la mente y construir hábitos más saludables.
La razón principal es que el contacto constante con las pantallas desencadena respuestas fisiológicas y psicológicas que nos desgastan. Investigaciones destacan que el uso excesivo de dispositivos contribuye a elevar los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y que esa sobreexposición está vinculada a insomnio y fatiga. Además, la multitarea digital fragmenta la atención y afecta la productividad; la comparación constante en redes sociales alimenta la ansiedad y la sensación de insuficiencia.
En los niños, el panorama es aún más preocupante. Un estudio reciente encontró que los pequeños que pasaban muchas horas frente a pantallas tenían un sueño de peor calidad, problemas de hiperactividad y emociones inestables. Los investigadores sugirieron que la exposición a la luz azul de los dispositivos y la excitación generada por los contenidos digitales retrasaban la hora de dormir y alteraban los patrones de descanso. Si esto ocurre en edades tempranas, ¿qué no hará en adultos que duermen menos y se levantan cansados?
Practicar una detox digital, incluso por periodos breves, puede generar un efecto dominó positivo:
Menos estrés y ansiedad. Al evitar la sobrecarga de notificaciones y noticias, bajan los niveles de cortisol y se recupera la sensación de calma.
Sueño de mejor calidad. Desconectar de las pantallas antes de acostarse ayuda a restablecer la producción de melatonina y favorece un descanso profundo.
Mayor productividad. Al eliminar la multitarea digital se entrena la concentración en una sola actividad, lo que repercute en un trabajo más eficiente.
Conexiones reales. Liberarse del teléfono permite prestar atención plena a quienes nos rodean, fortaleciendo relaciones y generando conversaciones más significativas.
Autoconocimiento. Al estar menos pendientes de lo que ocurre en línea, tenemos más espacio para observar nuestros pensamientos y emociones y detectar patrones que no nos favorecen.
Establecé un horario. Designá franjas sin pantallas durante el día, por ejemplo, las primeras horas de la mañana o después de cenar.
Planificá actividades alternativas. Leé un libro, salí a caminar, cociná o practicá algún hobby. La naturaleza es un aliado perfecto: la inmersión en espacios verdes puede reducir la presión arterial y el cortisol.
Creá zonas libres de tecnología. Evitá llevar el celular al dormitorio o a la mesa de comer. Eso ayudará a separar espacios de descanso y convivencia.
Usá la tecnología con intención. Revisá tus redes sociales y correos a horas fijas y evitá las notificaciones constantes.
Hacelo social. Invitá a amigos o familiares a sumarse. Compartir el desafío lo hace más llevadero y generará momentos de conexión auténtica.
En un mundo que nos empuja a estar siempre disponibles, la desconexión digital es una forma de autocuidado. No se trata de demonizar la tecnología, sino de recuperar el control sobre ella. Programar momentos de silencio digital y volver a disfrutar de actividades sencillas como leer, charlar o caminar tiene efectos tangibles en el bienestar. Y en muchos casos, la clave está en combinar la desconexión con el contacto con la naturaleza: pasar tiempo al aire libre, incluso en parques urbanos, baja la presión arterial, reduce el cortisol y mejora el estado de ánimo.
Si sentís que las pantallas te abruman, quizás sea momento de probar. Empezá por un día sin notificaciones o por un paseo al aire libre con el celular en modo avión. Descubrirás que al apagar los dispositivos se enciende algo más importante: tu capacidad de estar presente.
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04/08/2025