26/09/2025
Con el respaldo de gestoras como REX Financial y Osprey Funds, la criptomoneda meme más famosa del mundo ahora se negocia en un fondo regulado. Una jugada que mezcla curiosidad, escepticismo y un nuevo capítulo en la relación entre el sistema financiero y las criptos.
Allá por 2013, los ingenieros Billy Markus y Jackson Palmer decidieron reírse de la fiebre de las criptomonedas. Mientras Bitcoin intentaba cambiar el sistema financiero mundial, ellos crearon Dogecoin con la cara de un perro Shiba Inu como logo, un meme viral de la época.
La idea era clara: mostrar lo ridículo de crear monedas digitales de la nada... pero el internet hizo lo suyo. Lo que era una sátira se transformó en comunidad, y lo que era una broma se convirtió en un activo con vida propia.
Dogecoin fue adoptado por foros como Reddit, donde la comunidad empezó a usarla para dar "propinas digitales" a creadores de contenido. Rápidamente se convirtió en una moneda de culto.
El gran salto llegó cuando Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX, comenzó a mencionarla en Twitter (hoy X). Cada tuit suyo disparaba el precio y la popularidad de la memecoin, hasta que en 2021 Dogecoin se metió en el top 10 de criptomonedas más valiosas.
Hoy su capitalización ronda los miles de millones de dólares, una cifra impensada para lo que alguna vez fue solo un chiste.
El 18 de septiembre de 2025, la historia sumó un capítulo impensado: Dogecoin debutó en un ETF (Exchange Traded Fund) en Estados Unidos, gestionado por REX Financial y Osprey Funds.
Esto significa que cualquier persona puede invertir en Dogecoin desde un broker tradicional, como si comprara acciones de Apple o Microsoft, sin necesidad de manejar billeteras digitales ni claves privadas.
El recibimiento fue explosivo: en su primer día de operaciones, el ETF de Dogecoin superó los 18 millones de dólares en volumen, un hito que superó a muchos fondos más "serios" en su estreno.
La llegada de Dogecoin a Wall Street generó todo tipo de reacciones:
Para los entusiastas, es la prueba de que la criptoeconomía ya está totalmente integrada al sistema financiero.
Para los críticos, es una señal de que los mercados están jugando con fuego. "Es como ver a un meme disfrazado de ejecutivo", bromeó un analista.
La verdad está en el medio: Dogecoin no financia proyectos tecnológicos disruptivos como Ethereum ni tiene la escasez programada de Bitcoin. Su valor depende del entusiasmo de la comunidad, de la cultura de internet y, en gran medida, del factor sorpresa.
La SEC (Securities and Exchange Commission) en Estados Unidos adoptó en los últimos meses una postura más abierta hacia los productos financieros basados en criptoactivos. Aunque el ETF de Dogecoin se lanzó por un mecanismo alternativo, la ola regulatoria permitió su llegada sin tantas trabas como en años anteriores.
Esto abrió la puerta a que inversores tradicionales, que quizás nunca habrían descargado un exchange o una wallet, puedan tener Dogecoin en su portafolio con un simple click.
Lo que distingue a Dogecoin del resto no es su tecnología ni su utilidad (ambas bastante básicas), sino su identidad cultural.
Fue protagonista de donaciones benéficas colectivas, como financiar al equipo jamaicano de bobsleigh para competir en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014.
Es la cripto más usada para "propinas online" entre comunidades digitales.
Se convirtió en símbolo de la democratización del mercado financiero: cualquiera puede entrar, incluso con algo que nació en tono de burla.
El desembarco de Dogecoin en un ETF no garantiza estabilidad ni éxito a largo plazo, pero sí demuestra algo claro: los mercados financieros tradicionales ya no pueden ignorar el fenómeno cripto, incluso cuando se trata de monedas que nacieron como memes.
La lección detrás de Dogecoin es simple: en la era digital, un chiste puede terminar cotizando en la bolsa. Y tal vez, esa sea la mejor metáfora de los tiempos que vivimos, donde lo absurdo y lo serio se cruzan en cada rincón de internet y del mercado.
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