Francesco Acerbi: del cáncer al gol que lo cambió todo

Cuando Francesco Acerbi le anotó un gol agónico al Barcelona en la semifinal de Champions League de 2025, muchos lo vieron como un héroe momentáneo. Pero lo que pocos sabían en ese instante es que ese gol era más que fútbol. Era una declaración de victoria ante la vida misma. Una historia que había comenzado más de una década atrás, entre el dolor de una pérdida, la oscuridad de la enfermedad y el caos interior que lo arrastraba hacia el abismo.

Infancia, pasión y el primer gran dolor

Nacido el 10 de febrero de 1988 en Vizzolo Predabissi, un pequeño pueblo a las afueras de Milán, Acerbi creció en una familia trabajadora. Su pasión por el fútbol nació temprano, y como muchos niños italianos, soñaba con vestir la camiseta del Milan, su club de toda la vida.

Pero su carrera profesional fue todo menos fácil. Recorrió el ascenso italiano en clubes como Pavia, Spezia y Reggina, hasta que finalmente cumplió su sueño: en 2012, el AC Milan lo contrató. Sin embargo, en lugar de ser el punto de despegue, ese año se transformó en uno de los más dolorosos de su vida.

Su padre, Roberto, sufrió varios accidentes cerebrovasculares y falleció poco tiempo después. Francesco, devastado, cayó en una espiral de tristeza que no supo manejar. "Perdí el control. Vivía de noche. Bebía. Iba a entrenar sin dormir. No me importaba nada", confesó años después. En plena élite del fútbol italiano, Acerbi estaba perdido.

El golpe más temido: cáncer testicular

En 2013, ya como jugador del Sassuolo, un control médico de rutina le dio una noticia inesperada: tenía un tumor testicular. Fue operado rápidamente y, por un tiempo, creyó que todo había pasado. Intentó volver a la normalidad, pero su normalidad seguía siendo desorden, fiestas, alcohol y vacío emocional.

Meses después, un test antidopaje arrojó niveles hormonales anómalos. No se trataba de doping: el cáncer había regresado. Acerbi enfrentaba una nueva batalla. Se sometió a sesiones de quimioterapia entre enero y marzo de 2014. Pero ni siquiera el diagnóstico lo sacó del pozo. Seguía escapando de sí mismo. "No quería pensar. Vivía como si no tuviera nada que perder", diría.

Lo que realmente lo sacudió fue un ataque de pánico. Una mañana despertó y sintió que su cuerpo colapsaba. "Temblaba. No podía ni caminar. Pensé en todo lo que había desperdiciado: mi carrera, mi salud, la confianza de mis padres", relató. Fue ese momento, y no el cáncer, lo que lo hizo tomar una decisión: cambiar su vida por completo.

Renacimiento: terapia, alimentación y espiritualidad

Desde entonces, Acerbi abrazó una nueva vida. Comenzó terapia psicológica, dejó el alcohol, ordenó su alimentación y se enfocó de lleno en su carrera. "Sentí que había vuelto a nacer. Que tenía una segunda oportunidad", dijo. Y no la desaprovechó.

En Sassuolo se convirtió en un líder dentro y fuera del campo. Su rendimiento fue tan alto que en 2018 llegó a la Lazio, donde vivió una etapa brillante. Fue campeón de la Coppa Italia, ganó la Supercopa Italiana, y se convirtió en un referente. Su imagen era otra. Serio, disciplinado, comprometido. Había pasado de ser un talento errático a un ejemplo.

En paralelo, fue convocado por la selección italiana, con la que ganó la Eurocopa 2020, en la histórica final ante Inglaterra en Wembley. Para muchos, esa victoria era el cierre perfecto. Pero Acerbi aún tenía algo más para contar.

El Inter, la Champions y el grito de guerra

En 2022, Acerbi firmó con el Inter de Milán. Muchos lo consideraban un defensor experimentado para sumar jerarquía, pero pocos imaginaban que a sus 37 años se iba a convertir en el protagonista de uno de los momentos más vibrantes del fútbol europeo.

En la semifinal de Champions League 2025, el Inter enfrentaba al Barcelona. El partido estaba prácticamente perdido, cuando en el minuto 93, Acerbi empujó la pelota al fondo de la red y empató el encuentro. Fue su primer gol en torneos europeos. Lo celebró con furia, con alma. Se sacó la camiseta y mostró su torso tatuado, como un gladiador moderno que gritaba: "Estoy vivo. Y sigo de pie".

Ese gol no solo llevó al Inter a la final. Fue un símbolo de todo lo que había atravesado: la muerte, la enfermedad, la depresión, la adicción... y el renacimiento.

Un hombre distinto: más allá del fútbol

Hoy, Acerbi es mucho más que un defensor. Participa en campañas de concientización sobre el cáncer testicular, da charlas en escuelas y hospitales, y se muestra como un referente de salud mental en el deporte. Su frase más repetida impacta por su crudeza y verdad: "El cáncer me salvó la vida. Me obligó a cambiar, a valorarme, a reconstruirme".

No es raro verlo firmando camisetas para chicos que luchan contra enfermedades, o dando entrevistas en las que evita hablar de táctica para enfocarse en la vida. Porque para él, la victoria verdadera no está en una copa, sino en el hecho de estar vivo, sano y lúcido. Y en poder inspirar a otros.

Un ejemplo para todos

Francesco Acerbi representa todo lo que el deporte puede dar: fama, éxito, dinero... pero también humanidad, redención y transformación. Su historia muestra que nunca es tarde para cambiar. Que incluso cuando el cuerpo se quiebra, el alma puede levantarse.

Su gol al Barcelona quedará en la historia. Pero más aún quedará su vida como ejemplo de lucha. Porque cuando muchos pensaban que estaba acabado, él escribió su capítulo más épico.

Y no con talento, ni con técnica. Lo hizo con valentía.