25/10/2024
-Doctor,
no amo más la vida. No sé qué me pasa.
Hubo un día en que Franco Simone miró a los ojos a su médico y se animó. El éxito lo aplastaba como hoy lo aplasta la muerte de Raffaella Carrá. Entre la década del '70 y la del '80 había editado más de 30 discos, había volado más que un comisario de a bordo, había exportado su música a Corea, Argentina y Canadá, pero la factura de todo aquello estaba costando demasiado. La depresión lo paralizaba. "Recuerdo muy bien que lloraba sin razón", cuenta desde Italia. "La gente estaba convencida de que yo vivía mi mejor momento, pero el éxito es un animal a veces maravilloso y otras, monstruoso".
Sobre pozos, niveles de profundidad, inmersión en las aguas del infierno y tenues luces al final del túnel habla como experto a los 72. El hombre nacido en Acquarica del Capo podría correrse de la música y organizar charlas motivacionales del estilo "cómo me levanté", pero no piensa en esa veta, la vomita disparado por la mención de Diego Maradona.
"Diego me hizo llorar: ¿Quién llega a un éxito
como el suyo y puede dar un juicio, ponerse en un lugar de maestro y decir 'no
tenía que drogarse?'. Tengo la suerte de una vida llena de entusiasmo y de que
no necesité nunca ni un poco de marihuana, pero me puse en la piel de cualquier
chico que se muere por la droga cuando escribí Cara droga (Querida droga).
Muchos estaban convencidos de que esa era mi historia autobiográfica. Creían
que vivía completamente drogado".
Francesco Luigi -que lanza su disco cincuenta y
tanto -Franco en español- está como apuñalado por la ausencia reciente de esa
compatriota que escondió su enfermedad y murió el 5 de julio. "Fue algo
parecido a cuando murió Lucio Battisti: nadie sabía que él estaba enfermo y con
diálisis. Raffaella fue un shock tremendo. Parece frase hecha, pero estamos
perdiendo a los mejores este año, como la diosa Milva y Franco Battiato".
-No es fácil que un artista hable de depresión.
¿Cómo salió de esa presión que le provocaba la maquinaria comercial?
-Sin dudas fue la existencia de mi hija. La gente me decía "el número uno, qué suerte". Pero el alma humana no está hecha para esa forma de éxito. Mira una figura como Raffaella, que tuvo dinero, reconocimiento, nos dejó el recuerdo, pero ahora se terminó todo para ella. El éxito es como escribir en el agua y si uno no lo entiende... La misma gente que trabaja contigo es falsa, te respeta porque piensa en lo que puede obtener. No es fácil seleccionar a las personas que te rodean. Incluso he visto la diferencia entre mi madre y mi padre.
-¿Cuál
era la diferencia?
-Mi padre, con todo el cariño que tenía yo por él,
era muy ambicioso. Él me preguntaba: "Franco, ¿cuánto has vendido?".
Mi madre, en cambio, averiguaba: "¿Cómo estás?".
La relación de Simone con la Argentina -que visitó
el país por última vez en 2015- comenzó a fines de los setenta, cuando Carrá
era un fenómeno de ventas. Compartían productores artísticos argentinos -Ovidio
García y Héctor Marrone- y estadías en el Bauen. "Ella declaró en TV
aquella vez: 'Señores, si quieren escuchar verdadera música italiana, atiendan
a Franco'. Esa forma de generosidad no es normal. Solo los dioses tienen esa
bondad".
"Nunca permití que mi imagen fuera puesta al
servicio de la dictadura", aclara. "Alguna vez me esperaban para
recibirme militares y yo no fui, y dijeron que mi avión no había llegado. Luego
estuve tres años censurado, con la peor censura, la silenciosa, mi música no
sonaba. Por suerte pude volver con la democracia. En este país logré mi primer
éxito latinoamericano, la llave para llegar a los Estados Unidos".
Exponente de una generación de artistas italianos
que pisaban el país cada año pero fue diluyendo su huella, el hombre de hits
como Mágica y Respiro -recientemente hizo un dúo con Rita Pavone y fue jurado
de La voz Chile- tuvo un fuerte vínculo rioplatense. El idilio alcanzó
capítulos hasta ligados al cine. Participó de películas como La carpa del amor
y La discoteca del amor (con Cacho Castaña y Ricardo Darín) pero jura que nunca
las vio. Mercedes Sosa sobrevuela como su gran musa latina, con quien se
prometieron un dúo que finalmente no pudo ser. "Era una de las personas
más claras y luminosas que he conocido. Yo sabía que ella estaba prohibida en
la Argentina, y cuando yo llegaba me preguntaban qué escuchaba y yo la
nombraba. Se producía un silencio general".
"Un día la encontré en un teatro de Florencia,
en escena me llamó 'hermano Franco' y me sentí morir de emoción. Ella no era
una cantante, era un alma que cantaba. Una noche, en su casa, me hizo una cena.
Yo no me animaba a pedirle una foto y terminó pidiéndomela ella: 'Por favor,
así pongo el retrato al lado del de Pavarotti'".
Su última gran cuota argentina tuvo que ver con
Gilda, a quien no llegó a conocer. Autor de la canción Paisaje, que ella
trasladó a la cumbia, vio su tema popularizado en distintas versiones, hasta
llegar a Viudas, la película de Marcos Carnevale con Graciela Borges y Valeria
Bertuccelli. Vicentico puso voz a esos versos como "tú, no podrás faltarme
cuando falte todo a mi alrededor" y el hit tomó formas insospechadas 40
años después. "Vi esa película fantástica y terminé pasando
una noche junto a Graciela Borges, pero no una noche de sexo", se ríe.
"Vino a mi concierto en Punta del Este. Después hemos cenado juntos y
cantamos toda la madrugada, nos mandamos mensajes hasta hoy. Y por el lado de
la película de Gilda, de Lorena Muñoz, yo le hubiera dado el Oscar. Natalia
Oreiro hizo una actuación digna de Meryl Streep. Y Gilda enaltece ese tema,
tenía esa ternura, esa forma, esa expresión ingenua, naif y limpia que me
conmueve".
Obsesivo del sonido, el que hace medio siglo cantaba
acompañado por su guitarra en las aulas de la Universidad de Roma (en la
carrera de Ingeniería) tuvo un coqueteo reciente con la ópera rock. Compuso una
versión de Stabat Mater y le regaló aquel disco al Papa Francisco. Con escasa
propaganda mediática, sigue apostando a su "laboratorio". Entre sus
nuevos experimentos está un single en colaboración con Andrea Morricone, hijo
del gran Ennio, el compositor y director de orquesta. De aquel que lloraba sin
entender por qué, aturdido entre el ruido de su propio éxito, queda apenas el
recuerdo. Todo es tranquilidad y dulce néctar de la experiencia. "Ahora me
gusta más mi vida".
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