10/09/2024
En un laboratorio de la Universidad de Cornell, Nueva York (Estados Unidos), un grupo de científicos creó lo que hasta hace poco parecía extraído de una novela de ciencia ficción: un robot que se mueve y responde a estímulos, controlado no por un sistema artificial de computadoras sino por la actividad eléctrica de un hongo. Se trata de un "Pleurotus eryngii", conocido comúnmente como hongo ostra rey.
Estas innovaciones, presentadas en la prestigiosa
revista Science Robotics, no solo abren un abanico de posibilidades
tecnológicas, sino que también plantean preguntas fundamentales sobre los
límites entre lo orgánico y lo artificial. El avance promete revolucionar
sectores como la agricultura, la exploración marina y el cuidado ambiental,
donde estos robots biohíbridos podrían funcionar como sensores vivos,
detectando cambios en el ambiente y ajustando sus acciones en tiempo real.
La
biohibridación, una frontera difusa entre lo natural y lo sintético
El equipo de la Universidad de Cornell, dirigido por
Robert Shepherd, profesor de ingeniería mecánica y aeroespacial, no solo
buscaba crear un robot capaz de moverse, sino de desarrollar un sistema que
pudiera aprovechar las habilidades naturales del micelio, la estructura
filamentosa que crece bajo la tierra y actúa como una red de comunicación entre
organismos. En sus palabras, el objetivo era encontrar "componentes en el mundo
biológico que podamos aprovechar, entender y controlar para ayudar a que
nuestros sistemas artificiales funcionen mejor".
Para lograrlo, comenzaron con un kit básico para
cultivar hongos comprado en línea. Escogieron el "Pleurotus eryngii" por su
rápido crecimiento y la facilidad con la que sus micelios se extienden, formando
redes capaces de comunicarse, transportar nutrientes y generar pequeñas señales
eléctricas. Estas redes fúngicas, según los estudios, funcionan de una manera
similar a las neuronas en el cerebro, creando un flujo de información que, en
este caso, es capturado por los electrodos del robot.
Anand Mishra, autor principal de la investigación y
encargado de diseñar el sistema eléctrico, explicó lo complicado que fue
conectar los sensores al micelio: "Tienes que asegurarte de que el electrodo
toque la posición correcta porque los micelios son muy finos. No hay mucha
biomasa allí". Sin embargo, una vez que lograron establecer esta conexión, el
micelio comenzó a envolver los electrodos, permitiendo que el robot se moviera
en respuesta a las señales generadas por el hongo.
Una
respuesta a la luz: cómo el hongo controla la máquina
Uno de los experimentos más impresionantes involucró
la exposición del robot a luz ultravioleta. Según Shepherd, los hongos, en su
forma natural, tienden a evitar la luz. Al modificar la intensidad de la misma,
los investigadores observaron cómo los robots, impulsados por el micelio,
cambiaban tanto su velocidad como su dirección.
"Dependiendo de la diferencia en las intensidades de
la luz, puedes obtener diferentes funciones del robot. Se moverá más rápido o
se alejará de la luz", explicó el profesor, describiendo cómo este
comportamiento biológico podía ser aprovechado para dirigir el movimiento del
robot.
La sensibilidad del micelio a estímulos externos
abre la puerta a nuevas aplicaciones. Victoria Webster-Wood, profesora de la
Carnegie Mellon University, destacó que este tipo de innovaciones biohíbridas
podrían tener un gran impacto en sectores como la agricultura o la exploración
marina. "Los hongos pueden tener ventajas sobre otros enfoques biohíbridos en
términos de las condiciones necesarias para mantenerlos con vida", señaló,
subrayando la capacidad del micelio para sobrevivir en ambientes variados, lo
que los convierte en candidatos ideales para proyectos de largo plazo en áreas
remotas. Además, el equipo logró operar uno de los robots rodantes sin cables,
lo que lo convirtió en un sistema "tether-free". Este es un hito crucial en el
desarrollo de biohíbridos, ya que tradicionalmente requieren estar conectados a
fuentes de energía externas para funcionar.
Hongos
controlados: ¿la clave para la robótica ambiental?
Las posibilidades de estos robots fúngicos van más
allá de lo experimental. En palabras de Shepherd, "el potencial de los robots
del futuro podría ser detectar la química del suelo en cultivos en hileras y
decidir cuándo agregar más fertilizante, quizás mitigando los efectos negativos
de la agricultura, como las floraciones algales nocivas". El uso de micelio
como sensor biológico, capaz de reaccionar a cambios en la composición química
de un entorno, ofrece soluciones innovadoras para problemas ecológicos
complejos.
Por su parte, Andrew Adamatzky, experto en
computación no convencional de la University of the West of England, ve en este
desarrollo un avance significativo. "El surgimiento de otro dispositivo
fúngico, un controlador robótico, demuestra el increíble potencial de los
hongos", comentó Adamatzky, quien trabajó en la creación de dispositivos de
detección y computación utilizando hongos vivos. Su equipo desarrolló incluso
una piel autorreparable para robots que responde a la luz y el tacto,
consolidando a los hongos como un actor importante en la evolución de la
tecnología robótica.
A pesar de los avances, no todos los expertos están
completamente convencidos de que estos robots biohíbridos estén listos para su
despliegue en el mundo real. Rafael Mestre, profesor de la University of
Southampton, advirtió sobre las posibles consecuencias de introducir estos
sistemas en ecosistemas naturales. "Si liberamos en grandes cantidades estos
dispositivos en el océano o en otros hábitats, podríamos alterar la cadena
trófica", afirmó, subrayando la necesidad de considerar los impactos a largo
plazo de estas tecnologías.
Por ahora, estos robots, que son mitad hongo y mitad
máquina, representan un paso hacia un futuro en el que las barreras entre lo
vivo y lo inerte se desdibujan. Y mientras el micelio sigue tejiendo sus
delicadas redes eléctricas en los laboratorios de Cornell, la ciencia continúa
su búsqueda por integrar la biología y la tecnología, creando seres híbridos
capaces de cambiar el mundo tal como se conoce.
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