04/08/2025
Con el auge de la inteligencia artificial generativa, surgen nuevas plataformas que producen canciones completas sin necesidad de músicos o compositores humanos. Esto plantea desafíos inéditos para la industria musical: desde la pérdida de exposición y derechos hasta la redefinición del arte mismo. ¿Estamos entrando en la era de la música sin músicos?
La revolución sonora que no necesita artistas
El avance de la inteligencia artificial está cambiando la forma en que escuchamos, producimos y distribuimos música. Hoy, algoritmos sofisticados pueden crear melodías, armonías e incluso letras con una calidad que muchas veces resulta indistinguible de una producción humana. Este fenómeno, lejos de ser un experimento de laboratorio, ya se materializa en plataformas como Mubert o Boomy, que permiten generar canciones enteras con apenas un par de clics.
Mientras algunos celebran esta democratización de la creación musical, muchos artistas -especialmente independientes- sienten que el terreno se les mueve bajo los pies. Ya no compiten solamente contra otros músicos, sino contra máquinas que no duermen, no cobran, y producen contenido sin parar.
Una amenaza directa al ingreso de los artistas
Uno de los principales impactos es económico. La proliferación de música generada por IA abarata los costos de producción para quienes buscan música de fondo para redes sociales, videos corporativos o podcasts. Esto reduce la demanda de músicos, compositores y productores humanos.
Además, muchas plataformas no reparten regalías por estas creaciones automáticas, lo que limita aún más los ingresos de quienes viven de sus obras. Si bien los artistas pueden registrar sus temas con IA, existe una creciente preocupación por la falta de regulación clara, lo que abre la puerta al uso sin consentimiento o reconocimiento de estilos, voces y estructuras originales.
Desaparición del artista: menos visibilidad, menos futuro
Los algoritmos también están cambiando el lugar del artista como figura visible. Hoy, plataformas de streaming recomiendan canciones basadas en estados de ánimo, géneros genéricos o actividades ("música para estudiar", "música para correr"), sin importar quién las interpreta. En ese ecosistema, la personalidad del artista queda diluida y pierde visibilidad, arrastrando con ello oportunidades de giras, contratos y desarrollo profesional.
La IA no solo crea canciones, también imita voces. Ya existen covers generados por IA con la voz de artistas como Bad Bunny o Shakira sin que ellos lo hayan grabado jamás. Algunos lo ven como un homenaje creativo, pero muchos lo sienten como una invasión.
¿Una herramienta o una amenaza?
No todo es pesimismo. Algunos artistas están aprendiendo a convivir con la IA y utilizarla como una herramienta creativa. Sir Paul McCartney, por ejemplo, usó IA para completar una canción inconclusa de los Beatles. Otros, como Grimes, permiten que se use su voz mediante IA, a cambio de un porcentaje de regalías.
Sin embargo, para muchos músicos con carreras en desarrollo, esta no es una elección, sino una amenaza real. La IA representa una competencia masiva, invisible y cada vez más sofisticada. El desafío es grande: reinventarse o desaparecer del mapa.
¿Y la ley?
A nivel global, los marcos legales todavía no están preparados para esta nueva realidad. ¿Quién es el autor de una canción creada por una IA? ¿Puede registrarse? ¿Tiene derecho a cobrar alguien si su voz fue replicada sin permiso? Las respuestas son borrosas y cada país avanza a su propio ritmo. La falta de regulación solo agrava el problema y deja desprotegidos a los verdaderos creadores.
El futuro de la música: ¿humano, artificial o híbrido?
Estamos frente a un cambio de paradigma. Como ocurrió con la fotografía digital, el cine o el streaming, la tecnología no se detiene. Pero lo que está en juego ahora no es solo el formato, sino el alma misma del arte: ¿puede una canción creada por una máquina conmovernos como una hecha desde la emoción humana?
Quizás el futuro de la música no será solo humano ni solo artificial, sino una combinación. Pero en ese futuro híbrido, será clave garantizar que los músicos no desaparezcan del escenario, que su trabajo sea valorado y protegido, y que la música siga siendo, por sobre todo, una expresión humana.
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