04/06/2025
Los venados de las pampas y los del norte están en situación crítica. La pérdida de hábitat, la caza furtiva y el avance urbano redujeron su población a niveles alarmantes. Pero una alianza inesperada entre biólogos y expertos en inteligencia artificial podría cambiar el destino de estas especies. Con herramientas tecnológicas de análisis predictivo, sensores y procesamiento de imágenes, Argentina se suma a una tendencia mundial: usar IA para proteger la biodiversidad antes de que sea demasiado tarde.
Argentina es un país con una biodiversidad extraordinaria. Pero también es un país donde la presión sobre los ecosistemas naturales crece sin pausa. En este contexto, dos especies de venados -el venado de las pampas y el venado del norte- se encuentran al borde de la extinción.
El venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus) solía habitar extensamente la región pampeana. Hoy quedan solo unos 2000 ejemplares en pequeñas áreas fragmentadas.
El venado del norte (Mazama gouazoubira), de menor tamaño y más esquivo, también está viendo reducida su población, especialmente en las provincias del NEA.
Ambos están amenazados por la deforestación, el uso agrícola intensivo, los caminos rurales que fragmentan su hábitat y la caza furtiva.
Frente a este escenario, investigadores del Conicet, ONGs ambientales y tecnólogos comenzaron a buscar soluciones que vayan más allá de los métodos tradicionales de conservación. La respuesta llegó desde un lugar poco habitual: la inteligencia artificial.
A través de algoritmos de aprendizaje automático, se desarrollaron modelos capaces de:
Detectar venados en imágenes captadas por cámaras trampa, incluso en condiciones de baja visibilidad.
Predecir rutas de desplazamiento y comportamiento, analizando datos históricos de movimientos.
Determinar zonas críticas de conservación, donde la intervención debe ser inmediata.
El sistema, que utiliza redes neuronales entrenadas con miles de imágenes, puede identificar a los animales con una precisión superior al 90%, algo que sería casi imposible para un humano, especialmente cuando las cámaras generan decenas de miles de registros.
En varias áreas naturales protegidas, como la Reserva de Campos del Tuyú (Buenos Aires) o zonas del Chaco y Corrientes, se instalaron cámaras infrarrojas de detección automática. Estas cámaras capturan imágenes al detectar movimiento.
Cada día se acumulan miles de fotos, que luego son procesadas por sistemas de IA entrenados para distinguir a los venados de otras especies. Además, los algoritmos reconocen patrones de comportamiento, horas de actividad y hasta interacciones sociales entre los ejemplares.
Toda esa información permite a los científicos diseñar estrategias de protección más efectivas:
Colocar cercos de contención donde más transitan.
Detectar zonas de cría para reforzar la vigilancia.
Prevenir conflictos con actividades humanas.
Uno de los datos más alarmantes del estudio es que, sin intervención concreta, las poblaciones actuales podrían desaparecer en menos de 20 años. No solo por causas naturales, sino por un sistema que prioriza la producción sobre la vida silvestre.
La buena noticia: con tecnología, voluntad política y coordinación entre instituciones, todavía estamos a tiempo.
Salvar estas especies no es solo una cuestión de empatía hacia los animales. Los venados son especies clave para el equilibrio de los ecosistemas. Cumplen funciones como dispersar semillas, controlar la vegetación y alimentar a depredadores naturales.
Cuando desaparecen, se descompone una red entera de relaciones ecológicas que puede afectar incluso al ser humano, desde plagas hasta el agua que consumimos.
Además, el uso de inteligencia artificial para conservar la biodiversidad abre puertas enormes para proteger otras especies en peligro en Argentina: yaguaretés, aves nativas, reptiles y mamíferos que hoy también luchan por sobrevivir.
Lo que antes requería meses de trabajo de campo, hoy se puede hacer con algoritmos entrenados y cámaras conectadas a la nube. La IA no reemplaza a los biólogos ni a los guardaparques, pero los potencia, les da herramientas para actuar con mayor velocidad y precisión.
Y lo mejor: democratiza el acceso al conocimiento, porque muchas de estas herramientas son de código abierto o están siendo compartidas por universidades y ONGs para que otras regiones puedan replicarlas.
El caso de los venados en Argentina marca un punto de inflexión. Ya no se trata solo de proteger especies con carteles o campañas: ahora la ciencia de datos, la inteligencia artificial y el trabajo de campo se combinan para dar una nueva oportunidad a quienes no tienen voz.
Si logramos salvar a estas dos especies, será una muestra de que la tecnología también puede ser parte de la solución, y no solo del problema.
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04/06/2025