30/05/2025
Miguel Sánchez, nacido en Cuba y radicado en Argentina, comenzó vendiendo pizzas caseras con apenas 2 pizzas y 16 aceitunas. Hoy, desde su Mima Pizzería en Miramar, lleva su historia de superación por todo el país. En 2023 se consagró como el campeón sudamericano de la pizza, un logro que corona años de esfuerzo, sacrificio y pasión por el oficio. Esta es la historia de un emprendedor que empezó desde abajo y hoy inspira con cada bocado.
Miguel no siempre fue pizzero. Su espíritu emprendedor lo llevó a probar distintos rubros, pero fue la gastronomía la que marcó un antes y un después en su vida. Nacido en Cuba, llegó a la Argentina persiguiendo sueños y oportunidades. Sin dinero para alquilar un local ni herramientas profesionales, comenzó desde su casa, cocinando pizzas y productos congelados que vendía a almacenes de barrio.
"Arranqué con 2 pizzas y 16 aceitunas", recuerda. "No tenía horno industrial, pero sí tenía las ganas y la necesidad de salir adelante sin depender de nadie".
Un cliente que creyó en él le prestó la cocina de un club, y en ese espacio improvisado y lleno de esfuerzo, nació Mima Pizzería, su proyecto personal. Cada pizza, cada cliente y cada noche sin dormir fueron parte del sacrificio de construir algo propio.
Emprender con miedo, pero sin freno
Los comienzos estuvieron marcados por la incertidumbre. Un error podía devolverlo a la relación de dependencia. "No podía fallar", cuenta Miguel, "porque no tenía margen para volver atrás".
Y cuando la situación parecía estabilizarse, llegó un nuevo desafío: la pandemia. Apenas tres meses después de abrir oficialmente Mima Pizzería, el país se cerró.
"Muchos se detuvieron, pero yo no podía. Empecé con los delivery, hice vivos por Facebook y las redes me impulsaron muchísimo".
Gracias a su carisma y su propuesta de valor -una pizza con personalidad y técnica-, comenzó a ganarse un nombre en Miramar y alrededores.
En 2023, Miguel decidió dar un paso más. Se presentó en Buenos Aires al Campeonato Sudamericano de la Pizza, un evento que reúne a los mejores pizzaiolos del continente. Entre decenas de competidores, Miguel deslumbró con su estilo, sabor y dedicación.
Y ganó.
Fue coronado como el campeón sudamericano de pizza, un reconocimiento que validó su trayectoria y lo llenó de orgullo.
"Fue emocionante. Recordé todo lo que me costó llegar ahí: las madrugadas amasando, los momentos de incertidumbre, los primeros clientes. Este premio es para ellos también".
A partir de ese momento, su pizzería en Miramar comenzó a recibir más visitantes, y su nombre empezó a sonar en todo el circuito gastronómico nacional.
Miguel no vende solo pizzas. Vende una experiencia. Desde el primer bocado, busca que el cliente sienta el amor con el que se prepara cada masa, cada salsa, cada detalle.
"Mi objetivo es que cada persona viva un momento de placer en cada porción. Porque esto es mi pasión".
Su estilo combina la tradición italiana con un toque personal, moderno, desafiante. Constantemente está innovando en sabores, ingredientes y presentaciones. No se conforma. No para.
A pesar del éxito, Miguel no romantiza el camino. Reconoce que el sacrificio fue enorme y que en el trayecto, descuidó su salud y su tiempo familiar.
"Le diría a ese Miguel de hace años que se tome las cosas con más calma. Le metí muy duro, y eso también tiene consecuencias. Me apasioné tanto que me descuidé. No me arrepiento, pero hoy tengo otra mirada".
Hoy valora más que nunca los pequeños momentos, el equilibrio, el poder disfrutar a sus seres queridos mientras sigue creciendo.
Uno de los mayores orgullos de Miguel no está en los premios, sino en lo que dejó en los demás. Muchos de los empleados que pasaron por Mima Pizzería hoy emprendieron sus propios caminos.
"Ver que lo que aprendieron a mi lado hoy lo usan para crear sus propios negocios es algo que me emociona profundamente. Eso también es dejar un legado".
Además, afirma que la gastronomía puede cambiar vidas. No solo la suya. La de cualquiera que apueste con el corazón y el cuerpo entero.
Miguel no empezó con nada. No tuvo padrinos, ni inversores, ni marketing. Tuvo pasión, tuvo convicción, tuvo fe. Supo hacer mucho con poco, y nunca dejó de creer en lo que podía lograr.
Hoy, Mima Pizzería en Miramar es el escenario de esa historia. Una historia real, inspiradora, de lucha, superación y sabor. Una historia que nos recuerda que no hace falta tenerlo todo para empezar... pero sí hace falta ponerlo todo para llegar.
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