15/05/2025
En TikTok, YouTube o Instagram, los chicos construyen sus propias historias y forman comunidades que desafían los modos tradicionales de comunicación. Un fenómeno que preocupa, interpela y obliga a repensar los roles de los adultos.
¿Qué pasa cuando un niño de 8 o 9 años ya no solo mira videos en redes sociales, sino que se convierte en protagonista, guionista y editor de su propio contenido? Esa es la pregunta que muchos adultos deben comenzar a hacerse frente a un fenómeno que crece sin freno: la creación de contenido digital por parte de los más chicos.
Desde unboxing de juguetes hasta relatos íntimos sobre lo que les pasa en la escuela o con sus amigos, los niños ya no se limitan a consumir: también producen, opinan, editan, viralizan. Y en esa nueva narrativa infantil, donde los videos tienen efectos, música, transiciones y hasta guiones, hay mucho más en juego de lo que parece.
El término hace referencia a una forma de contar historias que los niños desarrollan en las redes sociales, usando sus propias herramientas, códigos y lenguajes. No se trata simplemente de imitar a los adultos: ellos crean universos propios, donde lo cotidiano se transforma en contenido, y donde lo que sucede en sus vidas pasa a formar parte de una escena pública.
En palabras de la doctora Valeria Abusamra, doctora en Lingüística e investigadora del Conicet, estas narrativas no solo deben mirarse como entretenimiento, sino como manifestaciones culturales que muestran cómo los chicos entienden, interpretan y habitan el mundo digital.
¿Por qué deberían prestarle atención madres y padres?
Porque este fenómeno no ocurre aislado. En muchos casos, los chicos están expuestos a dinámicas propias de los adultos, como la búsqueda de likes, la validación constante, la exposición pública y la comparación con otros.
Además, muchas veces el adulto pierde el control del entorno digital, creyendo que con un control parental o una restricción horaria alcanza. Pero las nuevas generaciones son nativas digitales, y aprenden rápido a sortear barreras. Lo que realmente necesitan es acompañamiento, escucha y diálogo, más que prohibiciones.
Sí, y no son menores. Exposición excesiva, pérdida de privacidad, construcción de la autoestima en función de la mirada ajena, ciberbullying, grooming. Pero también hay oportunidades: creatividad, alfabetización digital, expresión emocional, pertenencia a comunidades.
Por eso, el enfoque no debe ser alarmista sino crítico y comprometido. Entender qué ven, qué hacen, qué los motiva, cómo se sienten y qué quieren decir con lo que comparten.
Este tema no puede recaer solamente en las familias. También se necesita de una escuela que integre la alfabetización digital como parte central de su tarea, y de políticas públicas que regulen la participación infantil en plataformas sin caer en la censura, pero garantizando protección.
Así como se enseña a leer y escribir, hoy se debe enseñar a navegar con sentido crítico, a cuidar los datos, a comprender los algoritmos y a distinguir entre lo íntimo y lo público.
Las nuevas narrativas infantiles en redes no son una moda pasajera. Son una realidad compleja, con múltiples capas, que desafía tanto a madres, padres, docentes como a las plataformas digitales. Escuchar a los chicos, acompañarlos y formarlos como ciudadanos digitales es, hoy más que nunca, una responsabilidad compartida.
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.
14/05/2025
Emprendedores